Como cantaba Mercedes Sosa, interpretando la canción de nuestro compatriota, Julio Numhauser… cambia, todo cambia.
El tiempo de Cuaresma es un tiempo litúrgico que se inserta año a año en nuestra vida dinámica y cambiante.
Cuaresma significa cuarenta, que eran los cuarenta días que se preparaban el pueblo judío para celebrar la fiesta de la Pascua, la liberación del pueblo de Israel, del pueblo egipcio. Cuarenta años fueron los años que el pueblo judío caminó por el desierto hasta llegar a la tierra prometida. Cuarenta es un número simbólico en el lenguaje del AT que expresa tiempo de vigilia.
Nosotros los cristianos, tomamos esta experiencia de vigilia en función de una espera activa y esperanzadora del tiempo de Pascua de Cristo, que en la cruz experimenta la muerte y del lugar de los muertos es resucitado por Dios Padre.
Estos cuarenta días, la Cuaresma, comienza el Miércoles de Ceniza, dando inicio a una experiencia de revisión de vida para encontrarnos con Jesús resucitado. Es como comenzar los preparativos para una gran fiesta, empezamos por hacer una lista de lo que necesitamos, vamos confirmando lo que ya llevamos y nos preparamos para que ese día salga todo bien, todo listo y dispuesto. Este tiempo de Cuaresma es para eso, para que, en esa experiencia de revisión de vida, podamos bucear en nuestro interior e identificar aquello en lo que tenemos que crecer, ya sea en nuestra manera de relacionarnos con otros, nuestro carácter, nuestra paciencia, dónde está puesto nuestro corazón y cómo amamos, nuestra vida espiritual, nuestra identidad de hija e hijos de Dios Padre. Con todo esto y más, buscamos modos, estrategias para generar esa hermosa aventura de la conversión, a imagen de san Agustín, y de muchos otros, mujeres y hombres que en la vida cotidiana van creciendo como personas.
El tiempo de Cuaresma es un tiempo especial de cambio, un tiempo donde nos auto donamos como ofrenda ante el Señor, le decimos, aquí estoy, con mis carencias, dificultades, con mi pecado, ayúdame a encaminarme en tu voluntad, ayúdame a llegar al tiempo de Pascua para que tu fiesta, sea también mi fiesta, ayúdame para ayudar a otros.
En el día de Miércoles de Ceniza, el signo de la cruz en nuestras frentes, marca la adhesión a esta experiencia, es como el número que nos dan en una carrera, nos sumamos con este signo porque esta ceniza nos recuerda la fragilidad de nuestra realidad humana que todos y todas compartimos, nos recuerda la cruz de Cristo, ninguno de estos signos son expresión de derrota, sino expresión de, compromiso, de esperanza y de vida. Es por esto, que el camino de Cuaresma desemboca en la cruz de Jesús, en su muerte y la gloria de su resurrección.
Mientras se nos signa en la frente con ceniza, nos dicen: Polvo eres y en polvo te convertirás o Conviértete y cree en el Evangelio. Estas frases nos hacen sino volver a hacernos conscientes de ser creaturas, hijos de Dios que manifiestan su disposición a volver a Él, que nada nos llevaremos de este mundo y que lo más preciado que tenemos es nuestra propia existencia, junto con la existencia de los demás, una existencia compartida en nuestra condición humana por Jesús que se encarna en nuestra realidad histórica siendo Dios, para que escuchando su Palabra recopilada en los Evangelios, como Palabra de vida, podamos dejar que nos atraviese nuestro corazón con el dardo del amor, que es el mismo Jesús y convirtamos los espacios y aspectos de nuestras vidas que habremos de identificar.
Este es un camino de madurez humana, espiritual e intelectual, un camino que busca integrarnos en nuestra totalidad para que nuestra vida que está en un constante cambio y renovación se dirija en la dirección correcta, en ruta hacia Dios con los hermanos.
P. Samuel Jara osa
Extraído de colegiosanagustin.cl