«Miembro eminente del cuerpo de Señor», en compañía de unos amigos, instituyó un tipo de vida religiosa inspirado en la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, primero en Tagaste, todavía laico, luego en Hipona, ya presbítero, y después siendo obispo, “según la regla establecida por los santos Apóstoles”. Este ideal de los siervos de Dios, constituido por ciencia, continencia y auténtica pobreza, proliferó especialmente por el norte de África, donde muchos Hermanos fueron llamados a desempeñar el ministerio pastoral en las comunidades cristianas. La formulación de este proyecto de vida, que él mismo experimentó, es conocida a través de sus escritos -sobre todo la Regla para los siervos de Dios-, en los que trata ampliamente de la vida monástica. Por eso nuestra Orden lo reconoce desde sus inicios como padre, maestro y guía espiritual, ya que de él recibe su Regla, nombre, doctrina y espiritualidad.
(Constituciones de la Orden, 2)