“Configurados con Jesús, buen Pastor, y llamados a imitar y revivir su misma caridad pastoral”(PDV N° 23)
Cuarto domingo de Pascua, la Iglesia celebra la Fiesta del Buen Pastor y la semana de oración por las vocaciones. Ciertamente orar por las vocaciones, es querer para nuestra Iglesia Pastores santos a la imagen de Cristo Buen Pastor, como nos dirá más claramente San Juan Pablo II, “el sacerdote encuentra la plena verdad de su identidad en el hecho de ser derivación, participación especifica y continuación de Cristo mismo, el único sumo sacerdote de la nueva y eterna alianza”(Pastores Dabo Vobis n°12)
Meditar entorno a su imagen, escuchar su voz y seguirlo es caminar por sendas seguras y justas. El que escucha la voz de su Pastor rompe con sus propias seguridades, cree, se abandona en esa Providencia de saber que donde El nos lleve, será vida y plenitud, nada nos puede faltar, como nos recuerda el salmo 22, es ponerse a sus pies como María a meditar su ley más preciada el amor, ese amor que lo inunda todo y lo cambia todo.
Celebrar la fiesta del Buen Pastor es dejarse conducir, es dejar que esa voz interpele con toda su fuerza en nuestro interior, sacuda todas nuestras rebeldías para transformarlas en signo de santidad para la sociedad de hoy, necesitada de orientación y atención, de mirarnos a los ojos y reconocernos como seres llenos de dignidad, porque a los ojos del Buen Pastor, todas sus ovejas llevan un valor incalculable, por eso, es capaz de dejar las noventa y nueve para ir por la oveja perdida (Lc. 15, 1-7).
En un contexto de secularización en el cual nos encontramos hoy, estamos necesitados de pastores, sí, de buenos y santos pastores, que sean capaces de dar su vida por las ovejas y de renunciar a las propias seguridades y comodidades por un servicio que conlleva muchas veces la ingratitud e incomprensión, pero dando paso a la respuesta solícita de una misión apoyada en manos del Único Buen Pastor, Jesucristo y que además se jueguen la vida buscando a aquellas que no son de su redil. Así la imagen del Buen Pastor, no es solo un apacentar ovejas, sino un guiar, atraer, y ofrecer el consuelo esperanzador. En definitiva, necesitamos pastores convincentes y convencidos de su labor allí donde han sido puestos, celosos por el Reino y capaces de amar a todos.
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Fray Juan Francisco Constanzo P. osa